viernes, 7 de marzo de 2025

Wilson Alves-Bezerra / Paubrasilia Alucinata historia natural de mi patria

Paubrasilia Alucinata
historia natural de mi patria
(selección)
Wilson Alves-Bezerra

Traducción: Jesús Montoya




La poética del trueque

Hagamos las cuentas, milongas, trueques y después, ocultos, hagamos nuestras sepulturas. Hagamos de cuenta, hagamos una grieta, en las sombras, pongámosle apodo a los próceres, no dolerá, sabemos que no, es así, fue así y así será. Cambiaremos las moscas de la carroña, cambiaremos los trajes y los colores de las corbatas, apenas, y las nuevas larvas se complacerán por decir: hagamos las cuentas, de cuenta, hagamos cambalaches y, a lo ancho, hagamos lo de siempre. Alianzas atávicas, ligas de futbol society caimanero, han de compartir la carroña en partes proporcionales. Un discurso sordo para la televisión sin espectadores; una banderita infantil que no convence a quien la agita, pero que se ve bonita en la publicidad patronal, como la portada cipaya de la revista agitada en el discurso de izquierda. En el más banal de los intervalos, pase de coca en el culo, como siempre se hace; los recursos no declarados para las campañas y los puños cerrados el fin de semana, lamiendo a los camaradas. Cada uno ha de ver que todo permanece igual a sí mismo, cordiales los abrazos al azar, entre los cadáveres, calientes, aún sonrientes, en los sótanos de las favelas. Ningún cuerpo fue eximido: todos votaron; ningún miserable o negro fue olvidado, todos abrazados, algunos, incluso, elegidos y fotografiados para la nueva película de miedo y horror: Paubrasilia Alucinata.


Eshú entre las chozas

Ibirapiranga, Ibirapitanga, Ibirapitá, Orabutã, Arabutã son nombres de indio de un palo que ya no existe. Un indio no es de las Indias, no es un animalito, no es un juguete, no es un esclavo, un indio es un indio es un indio. ¿Quien quiere un país acepta uno cualquiera y le basta tener nombre vegetal? Un extranjero es un indio. Al margen de las cordialidades, un hombre se yergue delante de una mujer con sus pinturas y sus partes. Un indio es un hombre es una mujer con un rotundo no. El Curandero mastica la savia, lívido; el Curandero necesitará de sus rituales; el cantante necesitará de su canto; la música que entona necesitará de otra música, porque Eshú se alzó atemorizado con prédicas de desobediencia civil, para hacer caer los discursos y los trazos de la cara, y que nadie más sea extirpado en la tierra con nombre de árbol. Ibirapitanga, Ibirapitá, Orabutã, Arabutã son los nombres de esta rama cortada. Indio sitiado por carreteras, acosado por palabras. Tiene piedras, tiene lanzas, tiene venenos, tiene hierbas. Corren cuitas, lianas, telas, antiguas monedas. No son indiecitos, no son indiezotes, ni uno ni dos ni día. Eshú ha hablado, está atado a la choza mientras se arma el escándalo. Su grito ha sido escuchado.


Réquiem a la Amazonia

Para cantar vuestras crisis, traje cisnes, traje indios, odaliscas y un jarro. Observé el conjunto abismado, un difunto carcajeo plácido, palacio adentro. Su boca era cloaca, no anteojos de sangre-partidos de Allende. Discursaba. Un ministro cae, otro ministro sale, un ministro apesta. En las calles nadie se mueve. Un gorrioncito entre labio y labia de acusado. Ni un pio. Cisnes indecisos en el espejo de agua picotean profundas plumas de titanio. El presidente indignado desfilaba en su podio: alas derretidas, entrañas devoradas, apenas exudaba. Duro ultrajaba huesos polvorientos. Hasta que. A pesar de. Se vio todo por la grieta escudera de la guardia, entre bala y bala. Plantas nordestinas al Parlamento se frotaban. Incontenible muchacha inundándose en llamas. Gritos, gases, golpazos. La muchacha inflamable. Millones de bocas bajo el hormigón de Brasília. Con tino, con desatino. Hay indios y negros soterrados bajo un sol inmenso.



Para Marielle Franco

Vivimos una democracia, todo el mundo sabe, donde aviones solo caen por accidente o voluntad divina, de repente, en el momento exacto, matando enemigos. Una democracia en la que lamentamos, verdaderamente, que sean asesinadas concejalas, opuestas a las intervenciones necesarias, ya bien explicadas en el semanario dominical. Nuestra democracia, se sabe, es propia del estado de derecho, en que el zurdo se calla porque dios padre no habla con laico estado alguno, chusma, chasquido. En la democracia, manda quien puede, obedece quien tiene el culo presto. En ella todos somos iguales, padres e hijos, pero las madres arrullan sus preferidos. Si no te esforzaste por ser un buen muchacho, te quitaremos el mercado y el cariño, y en el exilio te dejaremos, desnudo, frente a las pirañas del colegio elitista. Somos el motor de tu ejercicio, martirio de libre concurrencia, pacientes inversiones hacen nuestras virtudes mayores. El país está lleno, incluso siendo demócrata; haremos un pacto y tal vez no entres de primero en la lista. En esta nueva fase, en que cambiamos gato por liebre, privilegiamos turistas; vamos a probar nuevos gases y a ofrecer nuevos aires, a profesores, putas y activistas. El nacimiento de mitos será el ocaso de la guerra, en esta tierra, donde haremos campos de concentración a venezolanos bolivarianos chavistas, indecentes artistas, universitarios confusos y demás ignorantes. Es la democracia.



La canción del exilio

Mi tierra tiene palmeras donde orina Jucá. Las leyes que alguna vez existieron no funcionan más por allá. Mi tierra tiene panes de azúcar para el turista fotografiar; negras bonitas para comer, golpear, matar. Mi tierra tiene mayordomos, clanes, clubs de tiro, linajes; y cada noche, de lunes a domingo, se juega a policía y ladrón. Mi tierra tiene palmeras y ya casi militares. Que Zeus no me permita sufrir en las mazmorras de la FEBEM, del DP o del JECRIM. En una tierra así de grande, con tanta naturaleza y tan poca historia, ¿por qué falta la memoria para preguntar quién dispara? Mi tierra tiene cocos, tiene huecos, tiene culos y parrandas; mi tierra no tiene negros, solo morenos y mulatas, todo el orgullo de la comunidad. Y para los machos de verdad: vaselina y culos infantiles. Mi tierra no tiene libros, pero tiene cirios; no tiene lectores, pero tiene amos –de traje no siempre bien cortado– que cargan biblias sin conmoción. Mi tierra tiene milicos, tiene al Mito, tiene a Michel, tiene a Pezão. Mi tierra tiene tortura, atentados a la cultura y crimen estatal. Constitución no necesita, Carmen Lucia con convicción todo autoriza. Mi tierra sí tiene dueño, tiene cargas de tortura, desobediencia y esclavitud. Al anochecer, pienso y me rasgo entero al preguntar: ¿para qué tanta palmera, tanta amazonia, tanta estupidez, si todo acaba en Jucá?



Ahora

¿Y ahora? Que ya quemamos a la bruja y empalamos al anticristo. ¿Y ahora? Que cerramos las exposiciones de arte que tienen nalgas y pitos. ¿Y ahora? Que acabamos con las becas de investigación que no son sobre tecnología. ¿Y ahora? Que cerramos los ministerios más inútiles y las oportunidades de empleo. ¿Y ahora? Que el ejército está en la favela y limpia las calles con la policía. ¿Y ahora? Que se protege a la escuela de la historia, de la filosofía y de otras doctrinas. ¿Y ahora? Que los derechos tienen sus días contados, y que solo nosotros, derechos, los tenemos asegurados. ¿Y ahora? Que un grupo de jueces, promotores, temerosos de dios y convictos, cuidan de nosotros. ¿Y ahora mismo, que las leyes de trabajo son flexibles y el empresario puede regatear? ¿Y ahora? Que solo la meritocracia de las familias pudientes tiende a triunfar. ¿Y ahora, que los sindicatos, sin impuestos obligatorios, han de permanecer sin pan? ¿Y ahora? Que hay más orden, más justicia y más familias. ¿Y ahora? Que los procesos que interesan, rápido han de andar. ¿Y ahora? Que el país se moderniza y el comunismo no tiene espacio en la vida nacional. ¿Y ahora? Que las noticias solo son buenas y avanzamos como nunca. ¿Y ahora? Que los aviones están más limpios y los aeropuertos más airados. Y ahora, que es para nosotros y solamente para nosotros este país, ¿y ahora?



La minimonarca

Dijo la rectora, ave de mal augurio y cantora, en el intenso ahora de la floresta central: desocupemos la rectoría de los estudiantes invasores, sin disparar un solo tiro, sin una gota de sangre. Entonces se rascó la barriga y voló a Portugal. Y el cuervo dijo: nunca más. Dijo también la avis rara, el auditor será el oído de mi gestión. Como máxima autoridad, no habrá un solo pensamiento o proyecto que no pase por su criba, por su huevo, por su pico, que no se restriegue en la jeta del funcionario, en los términos acordados y firma la presente para su magnífica incomprensión. Y el cuervo le dijo: nunca más. Y la urraca preñada grazna cuando el restaurante invade, y disfrazada de Tía Benta abraza y babea a los animales –relincha el mussolini caipira subtropical. Desvanecida la fiesta, la gallineta zarandea: páguese el doble para comer de este arroz, todo en nombre de mi fundación, o no se coma nada más. Y el cuervo dijo: nunca más. La mora manca se exalta, impreca entre pronombres, urra por la paz en la plaza y cierra la reunión. Después grita fuerte, en nombre de dios, en nombre de la muerte, la policía rejuvenecerá el gueto y ofrecerá paz: para prevalecer la democracia en mi universidad federal, dios nos libre del mal, solo entrarán blancos y rubios de elevada moral. Y el cuervo dijo: Brasil, nunca más.



Estafa de excepción

Yo te amo y entonces parto. Yo te amo y entonces grito. Yo solo gozo en el exilio. Que, de rodillas en el maíz, pato desinfla, gallo afina, pinocho menea y gepettea gallina que no pica lombriz. Mi píldora galopa la lengua aturdida, no le cae rocío; a la flor de nuestras bocas le brotan purulentos huevos transnacionales. Mi bossa se embola, nada lírica se embrolla Alicia. Yo te amo y no permanezco, grito y no descanso. El soplo manso de mi cuerno, cabalgado por la circunstancia, ansia de un afligido. Yo paso, y juro que paso, hondo corriendo y lento. Yo te amo y no pico ni el queso y me coagulo. Su beso que no lamo hace tiempo. Allá viene de nuevo el machete purulento del sistema financiero. En un trueque las manos se abren, piensas, no chupo ni grillo y su olor no recuerdo. Que, con la ley de matanza, nos dan vara y el novillo cobarde no se mueve. Que, con la ley de la bragueta, quien tiene miedo tiene culo. Que, con la ley del I love you, el banco ofrece tarjetas y tasas amplias como anos de cobras. Que, con la ley de jubilación, es mejor morir a la orilla de un hueso que estar en la fila de negaciones. Que, con la ley de la ciencia, la tierra es plana y quien tiene nalgas que las defienda. Que el estado no. Hoy el estado no. Quien no tiene lo suyo, ¿qué hará?, ¿qué haremos?, ¿un poema más?, ¿un retroceso más?, ¿otro escalofrío?, ¿prefieres ser un obtuso vivo, que una Marielle muerta?, ¿tener un nazi a cuestas sin padre ni madre ni clan ni prensa que te defienda? La ley necesita de un pueblo como el periódico necesita de unas nalgas. Frente a la profunda y vana cólera, otro huevo purulento pasa y se la clava.




Me voy

Me voy para la Antártida, allá no soy amigo de nadie. Emputada con toda mierda, quiero cambiar de persona, de color, de sexo y de país. No vivo bien con mis cuadriles que crujen y no aguantan la presión interna y bruta del internacional producto. De continuar siendo negra pobre puta, no seré la ministra de igualdad racial, porque la que me antecedía, mansa y avergonzada salió, después de indignada pedir tener el salario más alto del país. Me haré un clareamiento artificial y me iré a Portugal, allá seré amiga de Cavaco, donde el brasileño burro cree que es hablante nativo, vomita odio de clase del Tejo hasta Coímbra, y aún es capaz de elogiar lo que criticaba aquí. Me voy, catire, que aquí ni el chapulín colorado me escucha si hablo de justicia social. Harto estoy de tener patrón y bozal, de ser el negro gozón, el que invade el edificio y no trabaja, el que vive del mercado del gobierno y de navajas, de ser, en fin, el que no acabó en nada: un negro más del montón. Este pobre soneto remiendo y me voy yendo del gueto a Canadá, zambo así, tal cual, con turbante voy a andar, seré un taxista parlante que no defiende la pena capital. Con algo de suerte, no me echarán la culpa. Aquí no vivo bien, me voy, me largo de aquí.



Deliberaciones

Quiero un palo todoterreno, mientras camino por los jardines de la presidencia y tropiezo con esqueletos de hipopótamos envueltos en miedo y mierda ancestral. Cuerpos de Geisel, cuerpos de Strossner, cuerpos de Figueiredo, cuerpos de Ustra, cuerpos de Fleury. ¿El palo es para preguntarnos, de ahora en adelante, qué haremos? El esqueleto de Dante me pide no decaer. Camino por el campo progresista de las ciruelas cagadas por el científico social ambiguo que, impasible, analiza y conjetura mientras un banquero sangra, con el pie arrancado, en un río caudaloso del norte de Pará. El caudal de mercurio, aluminio y metales pesados en la loma de mi concepción. Las contradicciones se crispan e intercambian los secretos de las puertas al son impasible de las paredes blanquecinas del cementerio municipal. Viene progresiva la ola del  pasado que mata la vegetación y es grueso el lodo que pincela los frutos. El ritmo disoluto de los debates. La velocidad atávica de los mataderos. Prisiones sin pruebas. Ejecuciones. El sol murió para todos y subyace la convicción de los peces y yo tengo un palo todoterreno, y todo el consenso claudicó. Ante la saña sonora de mi amigo que nos incita a discutir siete horas al hilo en una red social, yo repito: ¿qué haremos ahora? En los campos de conflictos, entre trincheras, la tonta tierra que recibe granos, semillas y brotes, las manos suaves de miedo, un secreto que nos perfora. Ha de nacernos un junco, un pino, un nuevo palo de Brasil.



Makunaimã

Ah, qué pereza –dijo el héroe de nuestra gente, el poeta pingón de Brasil. Allá viene el milico, apretando el culito, haciendo cara de bravo. Allá vienen los periodistas, como la virgen de Iracema, zarandeados en la jaula. Allá viene la bala perdida, distraída, la que nadie disparó. Allá viene la perra solitaria, oliendo la mierda hedionda de la explanada de Brasília. ¿Y luego? Luego no viene nadie más: apenas el poeta en cueros, descascarando una banana, detrás de la caravana, apreciando el campo inmenso, parando en medio del verso y declarando con solemnidad: ¡qué puta flojera! Un artista, un aedo, un heraldo en la fosa común del altiplano militar, ¿dónde va a meter la punta de su poderosa cucharada? ¿Quién quiere a un poeta en la tierra del periódico sin pauta, en el país sin libros? ¿Quién le dará abrigo en el lugar donde el cine solo el evangelio exhibe?¿Dónde las librerías que apenas cheques sin fondo reciben?¿Quién escogió al presidente por Whatsapp, más tarde que temprano, asociará la bosta al rastro de su orificio anal?¿O va a culpar a la nueva señora de limpieza y al hedor procesar? En el país sin verso y sin rima, el poeta calato analiza la crin, y luego marcha a la policía para informar que no deberían nutrir más al militar. El poeta limpia la mierda y recoge el arnés, pero luego le proponen hacer lo mismo, por los magistrados también. Entonces el poeta se sienta y bosteza. Benéfica es la tarde e inmensa la pereza en la patria que huele a nostalgia de todo.



¿Y para qué poetas?

El poeta se extiende en el libro y el libro se llama O Pau do Brasil. Elemento nocivo, repulsivo, de cañería, comunista, poeta escupitajo, de garganta roja, inmunda, de las honduras de la literatura. El poeta que se explaya en la llama de la escritura, en el sarcófago de las librerías acabadas; él no se salva de la oreja hedionda de otro poeta que lo valida, él, que no se apuesta por ningún premio o manifiesto: el poeta es un resto –flotando en la manteca del capitalismo. En la arruga sebosa del cinismo, un poeta trama con otro una batalla contra el fascismo, una antología, un encuentro, un recital, una bacanal de palabras que no saldrán en televisión. ¿Quién lo lee? Hay rastros de sus versos en el vertedero, aquellos que nadie leía: residuos. Principio de esperanza de la utopía barbuda, como la barriga rotunda del luciferino –¿cuándo vendrá? Y aquellos viejos poemas de Maiakovski, ¿qué decir? En torno a los poetas, marcharán a la tormenta. Hay una jauría de píldoras fuertes navegando en un mar de cabellos prematuramente blancos. Ismálias al borde de los edificios, una lengua hilada en cada mueca, una imagen en cada callejón, un soldado en el gueto, un amigo en la fosa, una memoria insepulta. Hay una pila de procesos judiciales empodrecidos, de la que todos los poetas sienten vértigo frente a la tempestad que avanza.





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* Wilson Alves-Bezerra. Es poeta, traductor, crítico literario y profesor de literatura en Brasil. Tiene libros de poesía publicados en Portugal, Chile, El Salvador y Colombia. Ha publicado también los ensayos Reverberaciones de la frontera en Horacio Quiroga (ensayo, Más Quiroga, 2021) y Nuevos Papeles Íntimos. Cartas inéditas de Horacio Quiroga (Más Quiroga, 2022). En Inglaterra publicó una biografía de Horacio Quiroga: A narrative biography of Horacio Quiroga, the Lone Anarchist (Cambridge Scholars, 2023). Ha traducido al portugués a autores hispanoamericanos como Horacio Quiroga, Luis Gusmán, Sergio Bizzio y Alfonsina Storni (con apoyo de la Beca Looren / Fundación Pro Helvetia). Se dedica, además, a la escritura y al estudio de las literaturas escritas con mezclas lingüísticas, como el portuñol, el spanglish etc. Los poemas presentados son del libro Paubrasilia Alucinata historia natural de mi patria de ediciones Hanan Harawi; Perú 2024. La traducción fue realizada por Jesús Montoya.












 

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